El hombre, con sigilo, se asomó a la entrada de aquella rustica casucha. La puerta estaba entreabierta. Al interior pudo ver a una mujer alimentando el fuego de un viejo atanor. Le pareció muy joven para tener las increíbles dotes que muchos alegaban que tenía. Entra de una vez, le espetó ella. Sorprendido de que se hubiera dado cuenta de su presencia, obedeció. ¿Es cierto lo que dicen de ti?, le preguntó con voz temblorosa. Ella le respondió mirándolo con ojos de serpiente a punto de atacar. Él, tragando saliva, sólo se llevó la mano al bolsillo y sacó cinco monedas de cobre mostrándoselas a la enigmática mujer. Ésta, esbozó algo parecido a una sonrisa. Ya entiendo lo que quieres, le dijo y cogió las monedas. Con pasos ligeros se acercó a una apolillada mesa y las puso en una pequeña vasija de arcilla. Luego, de un caldero sacó con un cucharón cierta cantidad de un líquido amarillento y lo vertió dentro de la vasija. Acércate, di...