Debí haberme ido con todos. Sólo alguno que otro habitante del pueblo seguía en él. Los gritos de terror ahí afuera me lo confirmaban. Varias explosiones, seguidas de disparos, adornaban aquella noche de pesadilla. No había luz eléctrica, y para rematar había empezado a llover. El calor acostumbrado, ahora se haría más agobiante. Rodeado de tinieblas, me incorporé en la cama, me levanté y abrí un poco la ventana. Una brisa olorosa a lluvia me refrescó por un instante. Dejaría la ventana así, el calor era demasiado. Ya me importaba un carajo que se dieran cuenta que aún estaba aquí, en mi casa. No tenía sentido huir o esconderse. Ya estaba muy cansado. Si querían apoderarse del pueblo y matarnos a todos, pues que lo hicieran. Tarde o temprano eso iba a ocurrir. Bostecé largamente, tratando de recordar el extraño sueño que había tenido. Fue muy raro, yo iba como volando, como impulsado por una fuerza in...