La tranquilidad del bosque nocturno se vio interrumpida por una aparición abominable. Su clamoroso rugido rasgó el silencio impasible, al tiempo que sus encendidos ojos buscaban cualquier presa para calmar aquel ansia que le removía las entrañas. Cerca de ahí, la bestia pudo ver luz en una pequeña cabaña medio escondida entre los matorrales. Con sigilo se acercó entre la oscuridad, acompañada del gruñir desesperado de sus tripas. Observó a través del vidrio de la ventana que una chica joven, casi una niña, atizaba el fuego en la chimenea. Salivó profusamente al imaginar aquella tierna carne entre sus dientes. La jovencita levantó la vista del fuego al escuchar que tocaban en la puerta. Se acercó y preguntó que quién era, al no recibir respuesta trató de ver por la ventana, pero no alcanzó a distinguir cosa alguna. De nuevo se escucharon los toquidos. Ésta vez alguien dijo: “Abre.” La mirada de la chica cambió, algo brilló en su interior,...