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El pedido

No sabía en qué momento exacto en el tiempo había comenzado a amarla.  Sólo tenía certeza de que aquel había sido un proceso de enamoramiento algo confuso y atemorizante al principio.  Todas la tardes, después del trabajo iba a la misma cafetería sólo con el único fin de verla, de que tomara su pedido, así sólo fuese un mísero tinto.  Adoraba sus manos gráciles; sus uñas inmaculadas; el olor a flores silvestres de su aliento al hablar; aquella forma tan suya de mover la cola de caballo que se hacía con su negrísimo cabello.  Toda ella era una tentación ambulante; aún envuelta en aquel insulso uniforme, cualquier reina de belleza parecería un monigote a su lado.  Aquello que sentía por aquella chica era más de lo que podía soportar.  Era demasiado.  Sólo pedía que le atendiera ella.  Sólo ella.  Las demás meseras no existían, no eran más que sombras, seres anodinos sin gracia alguna.
¿Será que algún día se atrevería a decirle lo que sentía? ¿Alguna vez dejaría de ser sólo su amor platónico? ¿Habría alguna esperanza para aquel voraz sentimiento que le consumía el corazón y el alma?
Otra cosa torturante eran los celos.  Eran terribles.  No podía soportar que nadie le hablara o la mirara, sabiendo que aquello era imposible.  Odiaba sobremanera a aquel tipo que se sentaba en la mesa del rincón y siempre la llamaba.  Quería matarlo cuando ella caminaba hacía él y éste le lanzaba aquellas miradas hambrientas de perro lujurioso.
Por un momento se estremeció y tragó saliva al verla acercarse a su mesa, acompañada por el hipnotizante ir y venir de su juguetona cola de caballo.  El corazón le dio un vuelco y las manos le empezaron a sudar.  Debía controlarse, tomar un respiro y calmarse.  Bajó la mirada, simulando estar contando los cuadritos de colores del mantel. 
En un instante casi glorioso, aunque ya era algo banalmente rutinario, escuchó la voz más hermosa del mundo hacerle por enésima vez la consabida pregunta:
—¿Y qué va a pedir hoy, doña Gertrudis?
—Eh… si  —carraspeó, aclarándose la garganta—  tráeme un tinto, por favor.

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