Había una vez
un hombre que poseía un gran hato de vacas. Cuidaba de este un pastor que tenía
la reputación de decir siempre la verdad. Un día que el pastor bajó de la
montaña, el patrón le preguntó:
-¿Cómo siguen las vacas?
-Unas rollizas y otras flacas.
-¿Y el semental?
-Gordo y espléndido.
-¿Y los pastos?
-Verdes por unos lados y secos por
otros.
-¿Y el agua de los arroyos?
-Turbia aquí, limpia allá.
Un día el propietario se dirigía al
pastizal. Por el camino encontró a uno de sus amigos que también iba a ver su
rebaño.
-¿Por qué llaman a tu vaquero «el
hombre que no miente jamás»?
-Porque no ha dicho jamás una mentira.
-Yo lo haré decir una.
-Eso es imposible.
-¿Qué te apuestas?
-La mitad de nuestras fincas.
-Trato hecho.
El amigo del patrón empleó todos los
medios posibles para hacer mentir al vaquero. Un día fue a cazar a un lugar que
se podía observar desde el apacentadero donde se encontraba el vaquero que no
mentía jamás. Cuando se hizo de noche el patrón le preguntó en presencia
de su amigo:
-¿Ha ido hoy alguien a cazar a la
montaña?
-Le diré, patrón: allá lejos en el
monte, he visto a un hombre o una mujer subido en un caballo o yegua; llevaba
una carabina o escopeta, y su perro o perra corría detrás de un zorro o zorra.
Se acercaba el día en el que
finalizaría la apuesta. Una mañana, la hija del amigo apostante, de veinte años
y muy bonita, montó a caballo y, sin decirle nada a su padre, se dirigió al
pastadero en el que se encontraba el rabadán. Al anochecer, la joven volvió a
casa y le entregó a su padre el corazón del toro envuelto en hojas de helecho.
El amigo fue a decirle al patrón que su pastor había matado el toro. Al día
siguiente, el pastor bajó de la montaña, clavó su bastón en el suelo, le colocó
por encima su capa y su sombrero y le dijo:
-Bastón, tú eres mi patrón; hazme
preguntas.
-¿Cómo siguen las vacas?
-Unas rollizas y otras flacas.
-¿Y el semental?
-Me ha atacado y he tenido que
reducirlo al silencio.
Cogió el bastón, lo hincó un poco más
lejos y repitió las preguntas. Llegó a casa de su patrón, colgó su morral de un
clavo y se sentó. Lo llamaron para que entrara a la sala en la que se
encontraban reunidos el dueño, el amigo y algunos hombres más. En presencia de
todos el patrón le preguntó:
-¿Cómo siguen las vacas?
-Unas rollizas y otras flacas.
-¿Y el semental?
El vaquero dejó caer la cabeza sobre
el pecho sin responder.
-¿Y el toro? -preguntó de nuevo el
patrón.
El vaquero levantó la cabeza; miró
uno a uno a los presentes y dijo:
-Por los bellos ojos de una morena y
un cuerpo armonioso, el toro ha perdido el corazón.
El patrón se levantó de un salto y
exclamó.
-¡Bravo! ¡Viva mi pastor! La vaca que
trajo al mundo ese toro parirá otro.
Lo abrazó. Y el amigo le dio a su
hija en matrimonio.
Esta istoria me encanta
ResponderEliminar