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Mostrando entradas de 2012

El Paseo

Luís, Gloria y Juan, tres amigos universitarios salieron de camping a las afueras de la ciudad.   Pensaron que hacía un magnifico día soleado, ideal para caminar por el bosque y entrar en contacto con la naturaleza.   Después de andar un buen rato en medio de la maleza y los altos árboles, encontraron un claro que estaba perfecto para armar la carpa.   Luís, alegando que no tenía idea de armar una carpa, decidió dar una caminata por los alrededores.   Se fue sin prestar atención a los reclamos y burlas de sus dos amigos.   Luego de avanzar un buen trecho, parecía que habían transcurrido horas, descubrió que por ahí pasaba un riachuelo.   Qué bueno, dijo para sí, pensando en refrescarse un poco.   Se sentó en una de las rocas que estaban en la orilla y metió las manos en el agua cristalina.   Estaba fría, la temperatura indicada para el calor que estaba haciendo. Sentía que la cabeza le daba vueltas, la piel le ardía y un cansancio agobiante l...

De la Risa

En aquel gran reino todo era alegría.   Por fin su majestad, la reina, iba a dar a luz a su primogénito.   El rey, que no cabía de la dicha, hizo engalanar calles y plazas con todo tipo de adornos, y dispuso que la banda marcial tocara sin descanso hasta la llegada del bebé real.   Es que tal acontecimiento merecía una celebración magistral, ya que después de más de dos años de esperar a que su consorte quedara encinta, esto por fin era un hecho.   La llegada de un heredero que llenaría de alegría todos los rincones del palacio. Mientras en sus aposentos la reina daba gritos agónicos acompañados por las voces de aliento de la partera; el rey detrás de la puerta se comía las uñas en medio del desespero.   Sólo hasta que un berrido indómito sacudió la estancia, el angustiado soberano pudo descansar.   “¡Es un niño!”, exclamó una de las criadas al salir.   Esa noche en el palacio y el reino todo era felicidad y jolgorio; la pareja real y sus súbdit...

Wood´stown. Un cuento de Alphonse Daudet

El emplazamiento era soberbio para construir una ciudad. Bastaba nivelar la ribera del río, cortando una parte del bosque, del inmenso bosque virgen enraizado allí desde el nacimiento del mundo. Entonces, rodeada por colinas, la ciudad descendería hasta los muelles de un puerto magnífico, establecido en la desembocadura del Río Rojo, sólo a cuatro millas del mar. En cuanto el gobierno de Washington acordó la concesión, carpinteros y leñadores se pusieron a la obra; pero nunca habían visto un bosque parecido. Metido en el centro de todas las lianas, de todas las raíces, cuando talaban por un lado renacía por el otro rejuveneciendo de sus heridas, en las que cada golpe de hacha hacía brotar botones verdes. Las calles, las plazas de la ciudad, apenas trazadas, comenzaron a ser invadidas por la vegetación. Las murallas crecían con menos rapidez que los árboles, que en cuanto se erguían, se desmoronaban bajo el esfuerzo de raíces siempre vivas. Para terminar con esas resistencias don...

La Trenza

Era una tarde fría y nublada cuando ellas llegaron al pueblo.   La gente apostada en las esquinas y en el frente de sus casas no cesaba de mirarles.   La mujer, de aspecto severo y andar altivo, hizo caso omiso de los crecientes murmullos y halaba de la mano con firmeza a su hija de doce años.   Aquella niña de belleza indescriptible era la que más llamaba la atención, ya que llevaba enredada en sus brazos y torso la trenza más larga que jamás se hubiera visto.   Era una especie de serpiente hecha de cabello oscuro que la doblaba en estatura y por eso debía llevarla alrededor de su cuerpo para no arrastrarla por el suelo.   Madre e hija se dirigieron con presteza a la única hostería que existía, seguidas por las miradas escrutadoras de los curiosos. El hostelero les ofreció la única habitación disponible, la que estaba en el segundo piso, justo enfrente de la de él.   La mujer le dijo que solo estarían tres días y le pagó por adelantado. -No quisiera...

Sincronía

Ellos no debían enterarse que había encontrado la caja.   Ni él pudo imaginar siquiera que estaría en el lugar menos esperado.   Ahí, justo donde el tiempo se detiene una mínima fracción de segundo para descansar de su eterno avanzar.   Allí en la cúspide de la montaña más alta de la tierra, donde vivió el último anacoreta se hallaba lo que buscaba por siglos.   No fue fácil encontrarla.   Tuvo que actuar con el más denso sigilo, nadie debía saberlo; luchar en cruenta batalla contra los embates del destino y esquivar con destreza las artimañas del olvido.   La voz de un sabio sin nombre le dijo que sólo con el tiempo tendría aquello que anhelaba.   Y tenía razón.   Ahora estaba ahí frente a ella, siendo seducido por el tenue resplandor de su metálica superficie.   Debía ser otro ser humano, aquella legendaria mujer, la que en su debido momento abriera sus primigenios secretos; pero el tiempo le había dado a él ese privilegio regalándole ...

Ansia

Mirándola así, a través del lente de mi cámara fotográfica, siento su piel sin tocarla, su calido sabor en mi lengua, sin probarla.   Es cierto, está lejana, aunque   esté a unos pasos de mí.   Sólo cumple con su trabajo: ser bella, y dejar que la cámara capture cada uno de sus magníficos ángulos; que con cada flash que disparo pueda robar algo de esa hermosura casi etérea para conservarla para mí.   Luce altiva, arrogante, sabiéndose dueña de todas las miradas.   No creo que tenga certeza de que yo soy otro más de los enajenados que hacen parte de su larga lista de admiradores.   Ahora me enfoco en sus ojos, dos hermosas entradas a la perdición sin remedio.   Quisiera que me miraran a mí, no a la cámara.   De las tres veces que ha venido a mi estudio, nunca ha mirado directo a los míos.   Para ella sólo soy un simple fotógrafo, el medio a través del cual hace soñar a miles cuando ven su imagen plasmada en revistas y periódicos.  ...